Con pompa y beato, con fanfarrias y caballos, nuestro nuevo gobierno municipal, con el pp y vox a la cabeza, ayer, domingo, participó en la procesión católica del corpus Christi, y no a modo personal, como sería lo lógico, sino con sus bandas y parafernalias, como si de un acto oficial se tratase.

La tesis más relevante del nacional-catolicismo es que la esencia de la identidad española es el catolicismo desde aquello de “una sola nación, una sola fe” y a eso parece que se afanan, nuestros nuevos próceres municipales.

Y les importa un pepino, que constitucionalmente exista libertad de religión consagrada en nuestra carta magna, o que con su actitud a favor en concreto de una opción religiosa (y no será porque no hay opciones diferenciadas) auto- excluyan a la mayoría de la ciudadanía de Zaragoza, porque eso no les importa.

Juegan a su deporte favorito, la de pensar que la sociedad zaragozana no evoluciona, que sigue anclada en el franquismo de palios, misas y caballeros con plumas montados en sus rocinantes.

Las opciones religiosas son lícitas, al igual que aquellas personas que no tienen esas ideas, pero no son tiempos de imposiciones. Y participar en actos católicos y romanos, como institución, debería estar descartado y olvidado en los oscuros tiempos de ese nacional-catolicismo que tanto le gustaba al generalito.