Un día como ayer, en 1933, las mujeres votaron por primera vez en España.

Que esta fecha no se recuerde oficialmente en España es muy sintomático del tipo de régimen político nacido de la transición y la Constitución de 1978. El pacto de silencio y olvido en que este se sustenta ha impedido la reivindicación de la herencia republicana, incluyendo sus logros en materia de igualdad de género. De ahí que la educación que las y los estudiantes reciben en las aulas tenga enormes déficits relacionados con este periodo histórico (como, por ejemplo, cuándo es la primera vez que las mujeres votaron en España).

No por desinterés o descuido, sino porque su estudio no forma parte de los contenidos que el Estado considera que una ciudadanía mínimamente formada debe conocer de su pasado.

Si las fiestas oficiales son símbolos y su calendario se compone de las fechas que se quieren recordar, destacar u homenajear como los hitos que jalonan el devenir de una comunidad política, para el régimen nacido de la Transición el voto femenino no es uno de ellos (sí lo son, en cambio, las festividades católicas)

Romper con esa España patriarcal y católica costó caro a la República. La dictadura franquista terminó de raíz con este proceso y el discurso de la igualdad desapareció del espacio público, volviendo a la sociedad machista y autoritaria cuyas sombras todavía hoy nos persiguen.

Que ayer  fuera un día festivo sería no solo un símbolo de una ciudadanía con cultura de los derechos humanos, sino también una buena forma de homenajear a las mujeres y hombres que intentaron cambiar el destino de la historia de este país, y de hacer ver a las futuras generaciones que la igualdad de género es una pieza clave para el desarrollo en términos democráticos de toda sociedad.

Mientras no sea así, nos falta una fiesta: el 19 de noviembre.