Cada día nos sorprendemos más en esta casa.

Somos conscientes de que en  ocasiones en la vida normal, y por ende en la vida laboral se pueden tener ataques repentinos de ansiedad y temor abrumador que duran varios minutos. Tal vez el corazón te late rápidamente, comienzas a sudar y sientes como si no se pudiera respirar o pensar. Estos ataques ocurren en momentos impredecibles sin ningún factor desencadenante obvio, llenándote de inquietud de que pudieras tener otro en cualquier momento.

Si es así, puede que exista un tipo de trastorno de ansiedad llamado trastorno de pánico. Si no se trata, el trastorno de pánico puede disminuir tu calidad de vida, ya que puede llevar a otros temores y trastornos de salud mental, problemas en el trabajo, y aislamiento social.

Los ataques de pánico se caracterizan por temor a los desastres o miedo a perder el control, incluso cuando no hay un peligro real. También se puede tener una fuerte reacción física durante un ataque de pánico. Es posible que uno se sienta como si se va a tener un ataque al corazón. Los ataques de pánico pueden ocurrir en cualquier momento. Muchas personas con trastorno de pánico se preocupan y temen la posibilidad de tener otro ataque.

Pero, ¿Cómo se trata el trastorno de pánico? Y aquí llega nuestra sorpresa, porque siempre se ha pensado que estos ataques de pánico se pueden tratar con medicamentos, con tratamiento psicológico,  con  terapia cognitivo-conductual y en última medida alejándose de aquellas situaciones que nos lo puedan producir de forma consciente o inconsciente.

¿De verdad que hay en esta ciudad tal sensación de inseguridad física, como para que las propias personas de dichos servicios, pidan, en el caso de los bomberos de ambulancia, cascos antibalas y chalecos que los protejan de tiroteos y catanas, o en el caso de las y los policías se les dote de pistolas  con munición de punta expansiva (de esas que hacen boquetes como puños), pistolas eléctricas, armas largas, sprays de defensa  y porras mucho más potentes?

Aquellas personas que viven de meter miedos (que no deja de ser una cosa humana) a cascoporro, a cuerpos que precisamente por sus encomiendas han pasado por una academia de preparación, donde no dudamos que les enseñan a superar los miedos, a protegerse sin entrar en dolorosas actuaciones, donde se les indica que son precisamente esos cuerpos los que deben evitar los pánicos y los temores de la población y aportar sensatez y respuestas adecuadas, nos parece que están haciendo un flaco favor.

De verdad, creemos que algo se nos está yendo de las manos. ¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿Lo próximo que será, pedir para el personal del cementerio o de deportes las mismas medidas protectoras? Y no decimos estos dos ejemplos al azar, ya que en estos dos servicios, son numerosas las agresiones físicas y verbales que han sufrido desempeñando su labor como personal municipal. ¿Nos podemos armar todo el personal municipal? ¿Podemos pasar a pensar que a todos y todas nos pueden atacar, disparar y matar por hacer nuestro trabajo? Podemos caminar hacia un estado policial, donde todo el mundo sea un peligro en potencia, por poder, podemos, pero ese es el camino más rápido para entrar en un pánico enfermizo que nos puede llevar por sendas muy peligrosas.

En fin, nos gustaría entrar en un debate calmado, donde se alejen las demagogias, porque ¿de qué sirve caminar hacia esa dinámica? Tal vez todo responda a estrategias extrañas, tras la cual se esconden otras intenciones. Y como ejemplo la petición de ese “sindicato” extraño, que tras pedir chalecos antibalas, ahora piden subida salarial porque el chaleco puede producir “stress térmico” a quien lo porta. Como si picar en una zanja supusiera estar en las islas Maldivas de vacaciones, donde ni se suda ni se pasa calor, y si tenemos stress térmico, nos sumergimos en las tranquilas aguas de los océanos que bañan sus costas, o en este caso las zanjas.