Elisa Garrido Gracia, que nació en Magallón en 1909, sobrevivió a las dos guerras en las que luchó, la civil española y la Segunda Guerra Mundial en Francia, a varias cárceles, a tres campos de concentración, a torturas y tratos inhumanos e, incluso, al riesgo de su propio arrojo al provocar una explosión que inutilizó la fábrica nazi de obuses del Comando Hafag, al que había sido destinada como esclava de guerra por los alemanes.

Elisa, de madre y padre militantes libertarios, siguió sus pasos ideológicos en el seno del sindicato de la CNT. Participó como voluntaria en la Guerra Civil, según su propio testimonio –recogido por Neus Catalá en su obra “De la Resistencia y la Deportación: 50 testimonios de mujeres españolas”– siendo movilizada en el cuartel barcelonés de Ausias March, desde donde partió, como miliciana, hacia el frente de Aragón.

Con la retirada, bajo los bombardeos y ametrallamientos de la aviación franquista, se vió obligada a exiliarse en Francia donde colaboró con grupos clandestinos de la CNT de ayuda a los exiliados. Tras la invasión alemana realizó labores de enlace, junto a su marido, colaborando con la Resistencia dentro del grupo de evasión organizado por Francisco Ponzán.

Llevó a cabo numerosas misiones en el departamento de los Altos Alpes, siendo conocida como “la mañica” y con el nombre de guerra “Françoise”. Fue detenida por la Gestapo en Toulouse, en octubre de 1943, siendo sometida a crueles interrogatorios con el objetivo de que delatase la organización clandestina. Se mantuvo en silencio y durante tres largas semanas, permaneció incomunicada en una celda.

Fue encarcelada en la prisión de Saint Michel desde donde fue trasladada a París y a Compiègne. El día 30 de enero de 1944 partió un convoy, formado por 959 mujeres, hacia el campo de Ravensbrück. Entre estas deportadas se contaba una docena de españolas entre las que podemos citar a Neus Catalá, Soledad Cortes,… Fueron registradas en “el campo de las mujeres” el 3 de febrero de 1944 y a Elisa le correspondió la matrícula 27219. En la fábrica de obuses, le hacían desmontarlos, e iba reservando pólvora hasta que reunió la suficiente como para hacer volar la línea de trabajo. Ella no lo contó, pero sí lo admitió a otras prisioneras, lo que permitió reconstruir esta notable hazaña. Finalmente formó parte de un canje de prisioneros en el que, no sin más avatares (su transporte fue ametrallado) y peregrinajes por Europa, terminó volviendo a Francia y se reunió con su marido. En los años 50 volvieron a España e intentaron establecerse en Mallén, pero no tuvieron suerte y volvieron a Francia, donde fue reconocida como heroína. Hasta su muerte a finales de los 80, le quedó una gran fuerza y dignidad y una tirria por los coches alemanes, a los que no podía evitar insultar si veía, como recordaba una sobrina francesa en una emotiva carta leída en el acto de inauguración de la calle dedicada a Elisa Garrido en su localidad natal.