Quien más y quien menos, hemos sufrido la visita de vendedores a domicilio. Esta actividad, sometida al “emprendimiento” que es el alma del capitalismo, se extiende ahora al acoso telefónico de las compañías. Lo primero que ofrecen es un ahorro en tu tarifa, a pesar que no sólo desconocen tu tarifa, sino que incluso desconocen cuales son los servicios que posees. Esa información ya se la proporcionarás tú, puesto que no tienen acceso a ella.

La situación es tal, que el vendedor o vendedora intenta por cualquier modo empatizar con alguna situación que sirva de cebo para comenzar con el discurso que al final lleva a la venta de un libro, crema, aspiradora, suscripción a una revista, asociación… o sindicato, situaciones en las que antes no habías pensado.

Al final, pasa lo que pasa. El artículo es caro, a veces no cumple con las espectativas, y se convierte más en un lastre que en otra cosa. Una vez se facturan la primeras mensualidades, la costumbre hace que la situación perdure hasta el infinito si no se da una situación abrupta que deshaga el misterioso hechizo sufrido.

En CGT, no solemos decir a la gente lo que debe hacer de este modo. Ofrecemos la publicidad estática en nuestra cartelería o publicaciones y la “oferta a domicilio” se suele reducir a aconsejar o tutelar la ayuda solicitada ante situaciones sobrevenidas. Ni tan siquiera preguntamos si la persona que demanda nuestra ayuda es afiliada o no. Seguro que es una trabajadora y como a tal se le presta ayuda. En ocasiones, se le dice a la persona que acude con algo de desesperación, que no es necesario afiliarse para ser bien tratada y aconsejada, que si quiere filiarse, lo haga después. Confiamos en la madurez de las personas y el derecho en completa libertad de elegir sin coacción. Ni siquiera hacemos publicidad activa sobre el trastorno de identidad disociativo que sufren algunas centrales sindicales cuya posición es desconcertante, al ser capaces de mantener discursos diferentes en el tajo y en el despacho del jefe. Cuando esta situación es ya escandalosa sí que incidimos sobre ella (Tema decir que se defienden las pensiones y ser gestores de pensiones privadas al mismo tiempo, criticar la reforma laboral y usarla en sus contratos…). Generalmente, como dicen de las hemorroides, las delegadas y delegados de CGT sufrimos esto en silencio. Esta situación nos somete a un cierto desgaste mental. Estas situaciones provocan que en ocasiones no andemos de la mano de “grandes consensos sindicales”. Comprender y compartir o no esta posición, es parte de esa reflexión libre que toda persona trabajadora tiene derecho a hacer.

Y es que la libertad de las personas sólo existe si la persona elige sin ningún tipo de presión. Si yo voy con los papelicos de afiliación a los compañeros del tajo, probablemente se afilie alguno o alguna. Pero eso me dejaría con la duda de si ha sido porque se lo he pedido y se ha sentido presionado o si realmente ha considerado necesario formar parte de esta organización. Y las hemorroides, podemos sufrirlas en silencio, pero esa sensación, no.

Para quienes aceptamos el reto de llevar la voz de nuestra afiliación y personas que simpatizan con CGT a oídos de la patronal, se dan situaciones que hay que asumir. Dentro de estas situaciones, es mucho más llevadera la situación de ver el éxito de quienes hacen la venta a domicilio, que sospechar que se hubiera vulnerado la menor pizca de libertad de elección de alguien que se acerque a CGT. Como muchas veces decimos, quien quiera afiliarse, ya lo hará. Mientras tanto, aquí estaremos, trabajando en la sección que es vuestra casa. Acercarse a CGT, no se hace para obtener una prestación o trato especial, sino porque con ese gesto, crece la red de apoyo mutuo.

Esto no es una petición de afiliación, ni mucho menos, sino la exposición de una forma diferente de actuar. Porque como dice la canción, “el bien más preciado es la libertad…”