La lucha sindical que lleva a cabo CGT, se produce en muchos casos, a pesar de la adversidad. A los despidos que se producen cuando algunas personas se afilian a CGT en el ámbito de la empresa privada, ahora se une la lucha de la DGA contra nuestra opción sindical, cuya afiliación se encuentra actualmente en proceso de expansión, tanto dentro de las administraciones públicas, como fuera. Como otras administraciones, la DGA usa la inacción como una forma de trabajo. Es decir, usan como una zancadilla el silencio administrativo, con la comodidad que da el hecho que tenga idéntico resultado que una contestación negativa, pero sin necesidad de tener que justificarlo ni con la más peregrina de las ideas. Se judicializa todo con el objetivo de asfixiar económicamente a CGT, que no accede al reparto de millones y que supone una mordaza para quienes sí que participan en el reparto. El miedo a perder el control del estado sobre la representación sindical es lo que está en juego. Ya pusieron límites porcentuales a la participación en las mesas de negociación. Cuando nos acercamos a esos porcentajes, intentan remediarlo con la asfixia. Las opciones sindicales “mayoritarias”, con el rehén que supone la subvención millonaria y cuya desaparición provocaría su colapso, carecen de la capacidad de lucha de CGT, que llega tan lejos como las personas trabajadoras quieran, al no tener ataduras. Si a la capacidad de lucha de CGT, se uniese la capacidad de convocatoria, podría cambiar el programa privatizador que el neoliberalismo tiene pensado para el sector público. Aunque echen la siesta y no trabajen confiados en la ventaja que les da actuar como si CGT no existiese, CGT avanza poco a poco, pero de forma inexorable. “No nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones… y ese mundo, está creciendo en este instante“. Pese a quien pese.