Pero Durruti no morirá nunca, la Idea libertaria vive  y en nuestros corazones.

¿Qué bala te cortó el paso-¡Maldición de aquella hora!-atardecer de noviembre camino de la victoria?

Las sierras del Guadarrama cortan la luz y sombra un horizonte mojado de agua turbia y sangre heroica. Y a tus espaldas Madrid, con el ojo atento a tu bota, mordido por los incendios, con jadeos de leona, tus pasos iba midiendo prietos el puño y la boca.

¡Atardecer de noviembre,borrón negro de la historia!

Buenaventura Durruti, ¿Quién conoció otra congoja más amarga que tu muerte sobre tierra española?

Acaso estabas soñando las calles de Zaragoza y el agua espesa del Ebro caminos de laurel rosa cuando el grito de Madrid cortó tu sueño en mal hora…

Gigante de las montañas donde tallabas tu gloria, hasta Castilla desnuda bajaste como una tromba para raer de las tierras pardas la negra carroña, y detrás de ti, en alud, tu gente, como tu sombra.

Hasta los cielos de Iberia te dispararon las bocas. El aire agito tu nombre entre banderas de gloria -canto sonoro de guerra y dura función de forja-

Y una tarde de noviembre mojada de sangre heroica,en cenizas de crepúsculo caía tu vida rota.

Sólo hablaste estas palabras al filo ya de tu hora: Unidad y firmeza, amigos; ¡para vencer hais de sobra!

Durruti, hermano Durruti, jamás se vió otra congoja más amarga que tu muerte sobre la tierra española.

Rostros curtidos del cierzo quiebran su durez de roca; como tallos quebradizos hasta la tierra se doblan hercules del mismo acero ¡Hombres de hierro, sollozan!

Fúnebres tambores baten apisonando la fosa.

¡Durruti es muerto, soldados, que nadie mengüe su obra!

Se buscan manos tendidas, los odios se desmoronan,y en las trincheras profundas cuajan realidades hondas porque a la faz de la muerte los imposibles se agotan.

-Aquí está mi diestra, hermano, calma tu sed en mi boca, mezcla tu sangre a la mía y tu aliento a mi voz ronca. Parte conmigo tu pan y tus lágrimas si lloras. Durruti bajo la tierra en esto espera su honra.

Rugen los pechos hermanos. Las armas al aire chocan. Sobre las rudas cabezas sólo una enseña tremola.

Durruti es muerto. ¡Malhaya aquel que mengüe su obra!