Es normal que el asunto colegio les haya pillado en bragas a nuestras autoridades. No se podía saber que iba a empezar en septiembre. Estamos a 20 de agosto de una pandemia que no da tregua.

En teoría, en apenas tres semanas comienza el colegio. Pasaremos de una fase 2 en la que no te puedes juntar con más de diez personas -y la recomendación de que sean siempre las mismas- a que nuestras criaturas compartan aula con otras 25. No sabemos de la aplicación de los protocolos en los distintos centros. No sabemos cómo abrirán los colegios o si llegarán a abrir. Es casi seguro que no habrá madrugadores ni extraescolares.

Algunos centros cambiarán su jornada partida a una continua.Desconocemos cómo será el tiempo escolar, lo que hace muy complicado planificar cómo compaginarlo con nuestros horarios laborales. Se habla de no compartir materiales. Quien lo dice desconoce cómo es el ciclo de infantil de un colegio público. Habrá que utilizar espacios al aire libre, dicen las autoridades, que dejaron de ver colegios cuando todo el monte sería orégano. No sé qué patios se imaginan que tienen los centros públicos saturados con 4 y 6 vías y una biblioteca en un hueco del pasillo.

El principal protocolo de actuación de la administración era iniciar este curso con normalidad presencial. Ahora, a 20 de agosto, los responsables políticos ya empiezan a decir que esto no será del todo posible. Lo peor es que se sabe desde marzo, y de entonces hasta ahora se ha dejado correr. Con la ingenuidad de creer que llegaríamos a septiembre con la pandemia bajo control y para qué íbamos a trabajar en balde en pensar modos seguros de abrir colegios.

Y aquí estamos, sin los recursos adecuados para que la normalidad rara sea estable durante el curso. Con el cuerpo escocido, sabiendo del potencial riesgo de ir al cole, contagiarnos y contagiar a nuestros familiares más vulnerables; pero pensando qué tipo de efecto puede tener en las criaturas no llevarlos – ¿Me multarán? ¿Me quitarán la plaza? ¿Les estaré convirtiendo en sociópatas al no relacionarse con otros niños desde marzo? – . Fernando Simón ha defendido que los niños deben estar en grupos de no más de “15 o 20”; en comedores y patios será necesario fijar unas normas de comportamiento y “cumplirse” y, “si no se hace, los riesgos de infección serán los mismos que en marzo”. Avisa de la necesidad de inversión, más allá de la compra de geles y mascarillas. En Madrid, el profesorado anuncia una huelga por la escasa seguridad en la vuelta al colegio. En este escenario nos encontramos.

Sé que es todo dificilísimo, la situación es cambiante y nadie nos había preparado para pandemias. Sé que no hay dinero y todo cuesta mucho. Pero estamos en agosto, y desde marzo no se ha querido planificar otro escenario que el de abrir los centros con normalidad. Y ahora, con la tozudez de los rebrotes aumentando la cifra de contagios, las Comunidades Autónomas se están poniendo nerviosas. Como lo estamos profesores y familias desde marzo.


Entonces, ¿qué?

No lo sé, pero pensar en volver a lo conocido no es una opción. En infantil, donde se habla de la importancia de la presencialidad, puede que cada profesor tenga que dividir su clase en tres grupos, que vayan un rato al día, o un día a la semana. Que se relacionen en grupos de 8, por no perder el contacto social. Y el resto del tiempo trabajo online. Horarios reducidos, utilización del patio por turnos, reducir el alumnado que se queda a comer, implicación de los padres para hacer clase en la calle, paseos por los barrios, qué sé yo. Sabemos que, si se llegan a abrir los centros educativos, cerrarán en algún momento. Y entonces, ¿qué? ¿Cuál es el plan educativo? ¿Cuál es plan familiar? ¿A qué tipo de permiso se pueden acoger las madres o padres para cuidar a sus hijos en cuarentena o en los cierres temporales de aulas? ¿Le vamos a decir a esa médica que dobla turno en el hospital, que deje su trabajo para cuidar a sus hijos porque el Estado no puede garantizar ni la educación ni el derecho al trabajo?

Todas las luchas del feminismo son urgentes, pero no sé cómo la ministra de Trabajo y la de Igualdad no están priorizando la creación de un permiso para el cuidado de hijos para que las madres/padres podamos hacer frente al curso escolar sin tener que dejar nuestros empleos. Algo así como el permiso retribuido que se recibe por nacimiento/adopción. ¿Qué va a costar mucho? Claro, como los ERTES, las ayudas a diferentes sectores o la investigación para tratar enfermedades. Cerrar colegios e irnos al paro saldría mucho más caro. No invertir en educación ni en conciliación no sólo es un error, no es socialmente asumible.

Pero, venga, que en tres semanas todavía pueden bajar los datos de contagio y así seguimos evitando hablar de aumentar la inversión a la educación pública y de una verdadera política social que favorezca no tener que elegir entre trabajar y criar.

Articulo de la compañera Iguazel Elhombre